redes chinas
os dragones parecen dormidos. Cae la tarde en la bahía y todo se torna dócil, como frágil. Algún que otro monstruo despierto rompe con el espejo líquido: bestias de mil pies, banderas del este o del oeste coronando las alturas de los torpes cascos. Veinte nudos, dato cuantitativo no acerca de una velocidad sino de las cuerdas que sostienen al dragón con sus fauces reprimidas: tejidos ávidos de pez vivo, redes convertidas en apenas un segmento menguante ante la retirada del astro mayor entre rosas y lilas y otros tonos menos botánicos.
Lo que no ha sido dicho aún, se llena mientras tanto de camalote, de tripa de pescado y de volantes carroñeros: hoy, ayer, mañana, siglos de paisaje marinero navegado por pieles amarillas, por dialectos mediterráneos, por turbantes sedientos de exóticas pimientas para adobar los cuerpos de las elegidas.
La luz se va hacia occidente, llevándose consigo noticias de un puerto lejano, acarreando leyendas de dragones chinos, y perdiendo en el camino fragmentos de un panorama de otro tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario