domingo, 12 de agosto de 2007

hoy probé con migas de pan

o sé si debo, ni a qué sirve; no sé bien cómo seguir sosteniendo la farsa con la complicidad de otro puñado de párrafos. Todo lo que había de decible lo amasé en pelotitas de miga que lancé entre dedos que insistían en nunca más escribientes. Quedó no más que una corteza vacía, la digna costra torneada al calor y tan mal a menudo menospreciada. Necesaria y minuciosa la operación de un supremo interior creador y destructor a la vez: vacía fue antaño una caja de fósforos, uno a uno decapitados los cabecitas rojas en no sé qué recuento, enumeración de idea feliz o insípida tanta vez y ceremoniosamente repetida. Finiquitado el decapitaje y alzando la mirada tuve en bruces al malón invasor. Turistas y viajeros no recorremos los mismos caminos, aunque ya sé que las encrucijadas.
Hoy probé con migas de pan para señalar el camino. O exagero en repasar el trazado o las migas hacia delante me son devueltas cuales escupitajos por que sé yo cuándo y de dónde salido ventarrón cabronazo. Puede querer el viento decirme algo y por eso me apoya suave su mano-hoja-de-plátano en el hombro: para qué saber, susurra, si lo que llamaste necesidad es obsesión, delirio que no duda en traficar entre el puro placer de la acrobacia mental o el chapoteo a vida del mismo tufo, del mismo pantano de mierda. Dijo mierda el viento o yo entendí mal, y qué mierda importa prosigue si te vuelas en adelante o atrás, hacia dónde va tu lance si todo está en la punta de tu nariz ahora y a un paso, a la vuelta de esa esquina de carne y hueso en la que sentaste tu culo sedentario.
Tranquilo amigo, que peor ya estuve y muy. La tormenta fue, y secando mis alas espero ser por fin otro que una larva.