martes, 23 de enero de 2007

estornudo o en la penumbra

na taquicardia de cuerpo y espíritu me devuelve del entierro vivo bajo las frazadas. Un alivio de aire fresco me trae de vuelta al mundo de los despiertos, y sin embargo no alcanza para un blando minuto de olvido. La luz naranja a través de los vidrios sucios, pareja adentro y afuera, me pierde un poco en todo pero no toca mi más honda incertidumbre: el fin de esta hora maldita.
No puedo decir que envidio el otro destino que yace aquí a mi lado pero casi: su plácido sueño no es absorbido del todo por la penumbra anaranjada y ese mínimo contraste es odioso. Penumbra constante que participa de esta medianoche amarga como del buen rato que ocurrió en esta misma cama cuando el corazón no pensaba y era el cuerpo entero quien latía —junto al otro cuerpo, unidos el cuerpo y el anticuerpo en una misma sangre que desafiaba todas las gripes que la habitación fría proponía, con las manos heladas y los pies desnudos y temblorosos, con las fiebres subiendo desde los vientres y con las toses que de ellos brotaron escupiendo al unísono sus flemas.
La luz sigue allí naranja, más terca que el sueño que no llega. Estornudo, vuelvo a estornudar, y río viendo en mi mano un pegote de absurdos que no sé cómo limpiar.

1 comentario:

Guillermo Gnomo dijo...

Gracias por ingresar a mis postales intersticiales... acabo de ver el espacio, esos textos viscerales aferrados a la sobra completa de luz paria en los escombros del deseo... abrazos intersticiales muy bueno todo fabri