¿cuánto más fuego?

os ojos que no son más y que me siguen mirando posteriores, allí desde paredes, allá donde cielorraso, y ubicuos en toda otra posibilidad del espacio. Ojos que fueron mar, par de simas paralelas donde hube de bucear mil veces alternando. Qué fantástico lugar común fue; y sin embargo.
¿Qué va a durar este duelo con esos miserables sucedáneos? ¿Con qué magia de qué mundo prestada oponerse a tal infame hechizo que desvela? Aunque hayan sido mar y ese pasado ya no cuente, no sé qué noche los superpondrá con manto suficientemente oscuro. Que luna de un lado, o espuma del otro, siempre un vestigio de luz ocurrirá en alguna de las partes. Y que si no, por añadidura, ya he sabido sentirlos a ciegas en la sombra total del lecho, presentirlos en la milésima de las pestañas que pulsan.
¿Cómo habré entonces de velar esta imagen para siempre aquí latente, grabada y esculpida como se esculpe la roca por el agua marina? ¿Cuánto más fuego habré de avivar para la evaporación completa, para cegar las retinas por virtud de la luz excesiva, para velar estos tiranos, apócrifos ojos, velarlos como ya he procedido con el cuerpo que los erguía –cuánto, cuánto más fuego?